Esqueleto

Sala de Paleontología Emiliano Aguirre

La Sala de Paleontología madrileña Emiliano Aguirre traslada al visitante del Museo la historia geológica y paleontológica de la región mediante una fabulosa muestra de fósiles, reconstrucciones anatómicas de animales e ilustraciones de paisajes que permiten viajar a un tiempo lejano y sorprendente. El visitante realiza un recorrido por la evolución en el ambiente ecológico de Madrid, que llegó a tener una riqueza y variedad faunística similar a la que hoy se conserva en las sabanas africanas.

La paleontología como disciplina académica surge en España a mediados del siglo XIX, vinculada a los primeros hallazgos de fósiles en las terrazas del río Manzanares (yacimiento de San Isidro), un espacio privilegiado por su singular riqueza geológica y paleontológica.

Y es que la Comunidad de Madrid es especialmente rica en restos de fauna, sobre todo del periodo Mioceno (entre 23 y 5 millones de años), con algunos yacimientos de referencia mundial. La exposición muestra algunos de ellos, y, sobre todo, aprovecha la excelente colección del Mioceno superior procedente del Cerro de los Batallones (Torrejón de Velasco), verdadera referencia mundial por su interés taxonómico y tafonómico.

El itinerario se acompaña de recreaciones paisajísticas de gran calidad científica y artística, obra del paleoartista de reconocimiento internacional Mauricio Antón, y ofrece, junto a las piezas, una posibilidad de acercamiento a la paleontología tanto para el público en general como para el más especializado, fomentando la inquietud de conocimiento entre los más jóvenes y despertando así vocación investigadora.

Un espacio renovado

La figura de Emiliano Aguirre

La sala está dedicada al reconocido paleontólogo Emiliano Aguirre, maestro de geólogos, biólogos y arqueólogos.

Dada su amplia formación, sus contribuciones no se limitan solo al campo de la paleontología en general, sino también a las de la arqueología prehistórica, geología del Cuaternario y paleontología humana. Trabajó durante años en las terrazas del Manzanares de Madrid dedicándose especialmente al estudio de los proboscídeos (elefantes) fósiles. Además, fue director del Museo Nacional de Ciencias Naturales en Madrid y su trayectoria ha estado ineludiblemente unida a la de los yacimientos de la Sierra de Atapuerca, cuyas excavaciones dirigió entre 1976 y 1991, siendo uno de los impulsores más destacados del sitio arqueológico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000.

Así mismo, desarrolló la creación de un equipo interdisciplinar español que desde entonces ha colocado los estudios sobre estos yacimientos singulares en la élite mundial de la investigación, una labor reconocida con el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica Técnica en el año 1997. Es coautor del libro La Evolución, de 1966, junto con los paleontólogos Miguel Crusafont y Bermudo Meléndez, en el que despliega un ferviente alegato de la Teoría de la Evolución.